
El 26 de mayo de 1946, por medio de un radiograma, Perón disolvía el Partido Laborista que lo había hecho Presidente de
A partir de entonces, a la fecha, la historia del movimiento obrero argentino quedó signado por un segundo, tercer o cuarto plano, o literalmente fuera de foco, en todas las mutaciones que fue asumiendo el peronismo, siempre, invariablemente, le tocó perder, sobre todo, el genuino carácter de ser un movimiento de trabajadores, para pasar a ser una tropilla de burócratas. A ver si lo decimos más claro, antes de Perón, el sindicalismo no sólo era independiente, era un movimiento auténtico, en donde los dirigentes rotaban en sus roles y no se enriquecían a costa de los afiliados. No existían ni los Cavalieri, ni los Triacca, ni los Lescano, ni los Barrionuevo. Tampoco existían los Moyano.
Podemos decir sin errar, que el proyecto político revolucionario que se había desatado en octubre del 45, en donde la mitad de los cargos políticos estaban repartidos entre hombres forjados en el trabajo y la producción, hacedores de productos y servicios, conocedores de los tiempos y ecuaciones de la realidad fáctica, por ende, pueblo respetuoso y responsable, capacitados, sabios y austeros, era malversado entre gallos y medianoche por un Coronel megalómano, autoritario, para transformarlo en un movimiento vertical, fascistoide, poblado de obsecuentes y burócratas. Perón traicionaba la revolución que él no había gestado, se la apropiaba. Nueve años más tarde, a propósito de la entrega del petróleo a
La decadencia del movimiento obrero ha ido en paralelo a la del peronismo y por carácter transitivo, a la de la cultura del trabajo y la producción en Argentina. El caso de YPF sigue siendo paradigmático. No es de extrañar entonces que hoy día el liderazgo del mundo gremial lo detente un empresario del transporte de cargas, rico y poderoso a partir de las aplicación de las políticas neoliberales en los 90, las cuales significaron, entre otras aberraciones, la destrucción de las redes de ferrocarriles y sus transportes de cargas, secundado, hasta hace poco, por el líder gremial de los taxistas, que, valijas mediante, hoy lo enfrenta. Esa mafia de baja estofa no puede ni por las cejas especular con la construcción de una alternativa política inspirada en el PT de Luiz Ignacio da Silva.
La capacidad política y el poder de representación de Hugo Moyano es tan pobre que su candidato perdió las elecciones en el Club Independiente de Avellaneda. Es más, el ganador, un opaco señor de anteojos, se ha permitido la libertad más que notable, de expulsar a la barrabrava del Club, liberando el estadio de una malandra oprobiosa, patota de cuarta, adepta, claro, a los Moyano.
Ante la muerte de la política, acaecida entre agosto y octubre del año pasado, en donde una banda de tránsfugas se apropia de
Sí, es muy probable que llenen
No pienso ir, voy a estar trabajando. Sé muy bien que las mentes enfermas de Horacio Vertbiksy y sus secuaces pueden pergeñar algún tipo de enfrentamiento como para que la historia se repita, como una burda farsa. Allá ellos, el trabajo sucio de enterrar los despojos del peronismo está en susmanos.