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Channel: Apuntes para la construcción de la Democracia Directa: Otra Idea de la Política
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El 26 de mayo de 1946, por medio de un radiograma, Perón disolvía el Partido Laborista que lo había hecho Presidente de la Nación meses antes, luego de la epopeya del 17 de octubre. El Laborismo argentino era una joya de pluralidad democrática, expresión de más de medio siglo de luchas obreras y construcción política del movimiento sindical, Perón no lo presidía ni ejercía ningún cargo partidario, era tan sólo su afiliado número uno. Luis Gay, secretario general de los telefónicos y presidente del Laborismo, perseguido por Perón sistemáticamente, cuenta en el libro “El Partido Laborista en la Argentina”, que ese día en las sedes de los gremios se rompieron más cuadros de Perón que durante la Libertadora, en 1955.

A partir de entonces, a la fecha, la historia del movimiento obrero argentino quedó signado por un segundo, tercer o cuarto plano, o literalmente fuera de foco, en todas las mutaciones que fue asumiendo el peronismo, siempre, invariablemente, le tocó perder, sobre todo, el genuino carácter de ser un movimiento de trabajadores, para pasar a ser una tropilla de burócratas. A ver si lo decimos más claro, antes de Perón, el sindicalismo no sólo era independiente, era un movimiento auténtico, en donde los dirigentes rotaban en sus roles y no se enriquecían a costa de los afiliados. No existían ni los Cavalieri, ni los Triacca, ni los Lescano, ni los Barrionuevo. Tampoco existían los Moyano.

Podemos decir sin errar, que el proyecto político revolucionario que se había desatado en octubre del 45, en donde la mitad de los cargos políticos estaban repartidos entre hombres forjados en el trabajo y la producción, hacedores de productos y servicios, conocedores de los tiempos y ecuaciones de la realidad fáctica, por ende, pueblo respetuoso y responsable, capacitados, sabios y austeros, era malversado entre gallos y medianoche por un Coronel megalómano, autoritario, para transformarlo en un movimiento vertical, fascistoide, poblado de obsecuentes y burócratas. Perón traicionaba la revolución que él no había gestado, se la apropiaba. Nueve años más tarde, a propósito de la entrega del petróleo a la Standard Oil, perdía el poco apoyo popular que le quedaba y escapaba sin presentar batalla, dejando abandonado en la CGT el cuerpo etéreo de Evita, en manos del morbo gorila.

La decadencia del movimiento obrero ha ido en paralelo a la del peronismo y por carácter transitivo, a la de la cultura del trabajo y la producción en Argentina. El caso de YPF sigue siendo paradigmático. No es de extrañar entonces que hoy día el liderazgo del mundo gremial lo detente un empresario del transporte de cargas, rico y poderoso a partir de las aplicación de las políticas neoliberales en los 90, las cuales significaron, entre otras aberraciones, la destrucción de las redes de ferrocarriles y sus transportes de cargas, secundado, hasta hace poco, por el líder gremial de los taxistas, que, valijas mediante, hoy lo enfrenta. Esa mafia de baja estofa no puede ni por las cejas especular con la construcción de una alternativa política inspirada en el PT de Luiz Ignacio da Silva.

La capacidad política y el poder de representación de Hugo Moyano es tan pobre que su candidato perdió las elecciones en el Club Independiente de Avellaneda. Es más, el ganador, un opaco señor de anteojos, se ha permitido la libertad más que notable, de expulsar a la barrabrava del Club, liberando el estadio de una malandra oprobiosa, patota de cuarta, adepta, claro, a los Moyano.

Ante la muerte de la política, acaecida entre agosto y octubre del año pasado, en donde una banda de tránsfugas se apropia de la República luego de un fraude hasta la fecha tolerado y silenciado, fraude en donde tanto la oposición como los medios asumen una complicidad dolosa, fraude que reportaba, en algunos casos, un nivel de abstención que superaba el 50% de votos emitidos -en cualquier sociedad política seria, esto vicia de nulidad absoluta al evento electoral-, es bienvenido el escenario que proponen los Moyano para el próximo miércoles, tiene cuando menos un toque de adrenalina, distrae, más allá de que esto incluya la manipulación de opacos oportunistas como Scioli o Macri, los últimos alfiles de un sistema que en el 2001 reventó en mil pedazos, o que sea ni más ni menos que proponer una interna más del peronismo, la enésima, película vieja y bizarra, muda, sepia, como la única historia posible que estamos condenados a mirar los argentinos, silbando y zapateando en el piso de los viejos cines, enfermos de aburrimiento.

Sí, es muy probable que llenen la Plaza, no hace falta tanta gente para llenar la mitad habilitada de Plaza de Mayo, tan sólo cincuenta mil personas. Irán también como furgón de cola algunos trabajadores estatales de la CTA y lo que queda de la izquierda, menos de cinco mil activistas. Y algunos curiosos, sí, es probable que se vean cacerolas despistadas, tapadas por el estruendo de bombas y bombos.

No pienso ir, voy a estar trabajando. Sé muy bien que las mentes enfermas de Horacio Vertbiksy y sus secuaces pueden pergeñar algún tipo de enfrentamiento como para que la historia se repita, como una burda farsa. Allá ellos, el trabajo sucio de enterrar los despojos del peronismo está en susmanos.


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